
La paritaria mercantil cerró con aumentos alarmantes para el empleador comercial, poniendo en riesgo la subsistencia de miles de pequeños y medianos negocios.
Nadie niega el derecho de todos los trabajadores de percibir un salario digno, que no pierda poder adquisitivo. Pero en tiempos de crisis, el esfuerzo es entre todos. El trabajador debe comprender que es esencial la defensa de la fuente de empleo, en primer lugar, porque sin ventas y con aumento de costos, entre ellos los laborales, ninguna actividad es viable.
Parece no comprenderlo del todo, una vez más, el gremialismo, que vive en una realidad paralela, ficticia. El responsable de la AGEC salió insólitamente a cuestionar el acuerdo paritario que su sector firmó con las cámaras empresarias, correspondiente a los meses de marzo, abril y mayo. En declaraciones radiales, dio a entender que es insuficiente haber llegado a un salario para el vendedor inicial de casi ¡800 mil pesos mensuales! Que le cuente esa realidad a una pequeña despensa, kiosco o local de indumentaria, con dos o tres empleados. Criticó este gremialista, que acaba de reformar su sede sindical invirtiendo 11 millones de pesos, que la paritaria se extienda ahora a un acuerdo trimestral, y no mensual como se había logrado hasta febrero. “Es que la inflación está bajando”, podría responderle alguien con sentido común.
“Me quedó un sabor agridulce”, dijo luego de que su jefe eterno Armando Cavalieri, acordó un aumento del 8% para abril, un 7% para mayo y una suma fija no remunerativa y por única vez de 40 mil pesos para marzo. Señaló que “acá hay algo raro”, deslizando que podría haber una línea de coincidencia entre Cavalieri y el gobierno de Javier Milei, para que el aumento mensual no supere el 9%, que sería el mandato del Ministerio de Economía para homologarlo.
Es lógico que así sea, porque ningún acuerdo salarial puede estar por encima de la inflación, ya que esta se retroalimentaría y sería más dificultoso para la gobierno achicarla.
El dirigente sindical, en realidad, debería estar muy conforme. Si la negociación paritaria se hiciera por regiones y no centralizada en Buenos Aires, no lograría ni por asomo en Río Tercero y la zona, ese nivel salarial casi de privilegio.
Además, debemos reafirmar algo: a medida que aumentan los salarios, lo hacen también los ingresos gremiales por los descuentos y los aportes patronales, algo que cambiaría sustancialmente con la reforma laboral a la que estos personajes se oponen.
Sostuvo el gremialista que iba a pedir explicaciones a Buenos Aires porque “la plata al trabajador no le alcanza”. Primero no le alcanza al comerciante que debe priorizar la supervivencia del negocio.
Es por este tipo de actitudes y el negativo accionar gremial, que el país necesita cambiar ampliamente su legislación laboral: el modo de relación entre empleadores y empleados, y que las entidades sindicales sean opcionales en su participación: es decir si así lo requiere el trabajador, para que dejen ser cajas innecesarias, caras, obsoletas y en muchos casos extorsivas que van a contramano del desarrollo económico, productivo y laboral del país.