
La colocación del busto del ex presidente Carlos Menem en la Casa Rosada, acto encabezado por el presidente Javier Milei el pasado martes, provocó el repudio de un pequeño grupo de colectivistas que recordaron la responsabilidad, política y judicial, de Menem en el atentado a la Fábrica Militar de 1995.
Este puñado de personajes, mucho de los cuales suscriben a las rancias políticas de izquierda o centro izquierda, y está integrado por un escaso número de actores sociales, de la cultura, la educación, las artes y las letras, pusieron el grito en el cielo por la colocación del busto.
Todos ellos están “anotados” en la autodenominada Asamblea Ciudadana, quienes a través de un comunicado expresaron su repudio a la instalación de busto de Menem en la Casa Rosada, “procesado por el atentado del 3 de noviembre de 1995, herida imperdonable del terrorismo de Estado a la historia y la vida de nuestra ciudad”.
Además, señalaron que la asamblea “reclama un pronunciamiento similar del Concejo y Ejecutivo locales, quienes declararon ‘persona no grata’ a Menem en ocasión de su fallecimiento, poco tiempo antes de su inevitable condenad judicial”.
Tan sesgada declaración, debe analizarse con detenimiento.
En primer lugar es un tiro por elevación contra el gobierno del presidente Milei, respaldado en Río Tercero con el 75% de los votos en las pasadas elecciones nacionales. Así debe leerse, en principio, teniendo en cuenta la politizada esencia de esta gente. Y es una advertencia hacia otros espacios políticos que quieran subirse con sus críticas a esa corriente demagógica.
En segundo término es cierto y condenable la responsabilidad de Menem en la voladura de la Fábrica y el contrabando de armamentos al exterior en los años ’90.
Que no haya sido juzgado es una oportunidad perdida para lograr la Justicia y la Reparación que tanto Río Tercero busca.
Sin embargo, hay que “separar los tantos”, como se dice coloquialmente, y no colocar todo en la misma bolsa como en una ensalada.
La instalación del busto de Menem, precisamente en el Salón de los Bustos de la Casa de Gobierno, es un acto estrictamente protocolar, que corresponde hacer para con todos los presidentes democráticos que terminan sus funciones, incluidos los más nefastos que llevaron al país a la ruina y que este colectivo de equivocados vecinos de Río Tercero, apoyó y apoya con su silencio. Nada dijeron, por ejemplo, cuando se descubrió la escultura de mármol de Néstor Kirchner.
Una cuestión no debe solapar la otra, porque de lo contrario estaríamos violentando los principales valores institucionales y democráticos.
Que Menem debería haber sido juzgado y condenado por la Justicia por el atentado, es cierto, ya que la Justicia comprobó que tuvo una responsabilidad mayor en el ilícito que provocó destrucción y muerte.
Que por ese suceso y otros Menem no debería integrar el Salón de los Bustos de la Rosada, de ninguna manera puede ser así, porque estaríamos en contra de la institucionalidad y negando que Menem fue elegido y reelegido legítimamente por el voto popular.
Nada dice este colectivo sobre el desastre que las sucesivas administraciones kirchneristas provocaron en la Argentina, con un populismo muy negativo para nuestra Constitución liberal. De allí la hipocresía del reclamo.
No vamos a abundar en las medidas muy positivas que la administración menemista puso en práctica en los ’90 y que llevaron a la Nación a un escenario de estabilidad, modernización y de inserción al mundo.
Así estamos señores de la Asamblea Ciudadana, intentado salir del barro con un esfuerzo inmenso de la sociedad que quiere vivir en libertad y con valores de libre mercado y elección.
Los postulados que estos actores pregonan y representan, nada tienen que ver con el rumbo del verdadero progresismo que el mundo elige en el siglo XXI para su prosperidad.
Desde este espacio de análisis y de opinión que todos los fines de semana ensayamos en TIEMPO21, auguramos que reflexionen y modifiquen sus equivocadas posturas para contribuir realmente a la sociedad con valores positivos y no aquellos de hace 80 años que nos llevaron al borde del abismo.
La mirada es hacia adelante y no hacia atrás.